Primer productor mundial de plomo
Si en la antigüedad fue un importante centro productor de plata y plomo, no menos importante e interesante es la minería en los siglos XIX y XX, que terminan de modelar el paisaje y constituyen un excepcional patrimonio industrial y etnográfico. El crecimiento de La Carolina como ciudad se debe a este empujón de la minería, lo que se manifiesta hasta en la arquitectura, la estratificación social asociada a barriadas y el ensanche urbanístico.
Los países europeos que abanderan la Revolución Industrial demandan gran cantidad de materias primas minerales, y ponen de nuevo su mirada en el antiguo distrito Linares-La Carolina. La eliminación de los estancos y monopolios del plomo a principios del siglo XIX había favorecido que la iniciativa privada se dedicase a laborear antiguos escoriales, socavones y pozos de mina. Hacia mediados de aquel siglo aparecen en La Carolina pequeñas sociedades de propietarios, que pronto serán absorbidas por las grandes compañías mineras que arriban en la segunda mitad del XIX (Los Guindos, Real Compañía Asturiana de Minas, Castilla la Vieja y Jaén,…etc.). La Ley de Bases de la Minería de 1868 favoreció la entrada de capital y de inversores extranjeros, de manera que se forman grandes consorcios mineros bajo manos de ingleses, alemanes, belgas y franceses.
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX el distrito Linares- La Carolina se mantuvo como primer productor mundial de plomo, alcanzando máximos históricos en población, en desarrollo de infraestructuras, en influencia política y en actividad económica. Todo ello a costa de la salud del minero que estaba expuesto a la fatídica silicosis, a accidentes y a unas condiciones de trabajo y de vida muy duras y exigentes, en un distrito minero de nivel mundial pero donde la mecanización y las mejoras extractivas en el interior no llegaron hasta la década de 1970.
La segunda mitad del siglo XX experimentará un continuo descenso de la actividad a causa de la bajada de los precios en relación con los costes. De manera que se van abandonando las concesiones a la par que queda mucha mano de obra en paro que tiene que emigrar a otros centros industriales o a las grandes capitales. En 1985 cerró el Pozo Guindo, y finalizó una etapa de esplendor que transformó profundamente el paisaje y las gentes de La Carolina, sus fiestas y sus costumbres.
La situación de desamparo se palió en parte con la aplicación del Plan Jaén a principios de los sesenta que supuso la industrialización del distrito, que ha sido hasta ahora su principal actividad económica.