2 y 3 de Febrero

El día 2 de febrero, en vísperas de San Blas, tradicionalmente los vecinos se juntan en sus barrios en torno a hogueras que se prenden coincidiendo con el final de la poda del olivar. El fuego acoge la familiaridad con la que se vive la vecindad en el pueblo, donde todo el que pasa es invitado y bien recibido, mientras se disfruta de los ricos asados. En ocasiones la celebración termina al amanecer con el desayuno de churros y chocolate, y la compra de las rosquillas de San Blas para llevarlas a la Parroquia para que sean bendecidas.

Curiosamente, en La Carolina, la celebración asociada a la quema de la poda del olivo y de todo lo viejo, no se hace para San Antón (el 17 de enero) como es lo típico en el resto de la provincia de Jaén. Aquí se hacen las hogueras la noche del 2 de febrero en que la liturgia católica celebra la Purificación de la Virgen María y la Presentación del Niño Jesús al Templo. Según la Ley de Moisés, las madres que daban a luz quedaban “impuras” legalmente y no podían asistir a actos religiosos públicos hasta pasados 40 días si era varón u 80 si era hembra. Llegado ese día debían ir al Templo, hacer la ofrenda de un cordero o de una paloma o tórtola si era pobre y recibir la purificación legal del sacerdote.

San José y la Virgen María, aprovecharon el momento para cumplir con otro rito simbólico, que había sido ley para los judíos, que consistía en hacer el rescate sobre el hijo primogénito, que estaban obligados a ser entregados para el sacerdocio, y para liberarlos de ese destino debían compensar con un pago de 5 monedas de plata. Hicieron lo propio con Jesús, y en la liturgia cristiana adoptó la forma de la Presentación al Templo.

Las hogueras representan la purificación de María y por ello se queman los restos de la poda del olivar, los muebles y cosas viejas (lo impuro). Y también representan la luz que se encarna en el Mesías, según expresó Simeón al ver a Jesús en el Templo, será “la Luz del mundo y de sus gentes”.

El rito se completa con la celebración del don curativo y sanador de San Blas, de manera que la bendición de los panes, alimentos y de las tradicionales rosquillas, tiene que ver con el deseo de protegerse de las enfermedades de garganta, tan propias del invierno.