LOS MONTES ARGENTARIOS O DE LA PLATA

Casi en todas nuestras provincias se haya plata, pero la más hermosa es la de Hispania

Plinio (Libro XXXIII, 96)

“No muy lejos de Cástulo está también la sierra que, según dicen, da origen al
Bétis y que llaman “Sierra de la Plata”, a causa de las minas de plata que hay en ella.»
Estrabón, Geografía, ( III, 2, 11 )

Las leyendas y mitos sobre las riquezas de las fuentes donde nacía el río Tartesos (Guadalquivir) son recogidas poéticamente por los cronistas e historiadores griegos. Estrabón recoge del relato de Posidonio que era tal la abundancia de plata, que habiéndose incendiado el bosque, se fundió y dejó la superficie plateada. Y del poema de Stesíchoros (escrito hacia el 600 a.C.) se dice que el mítico Geryión, rey de Tartesos, había nacido en las fuentes inagotables del Guadalquivir de raíces de plata, lo que sitúa su nacimiento en esta parte de Sierra Morena.

Los registros arqueológicos evidencian una creciente actividad minera que arranca durante el Calcolítico (entre el II y III milenio a.C.), desarrollándose en los asentamientos del Cobre y del Bronce (como el de Peñalosa en Baños de la Encina), y alcanzando relevancia y fama entre las regiones íberas. Curiosamente, en este momento histórico el muro montañoso de Sierra Morena no ejerce de límite natural entre distintas regiones y pueblos, ya que el Sur de Castilla La Mancha y esta comarca Norte de Jaén conforman una unidad étnica homogénea, que en las fuentes griegas como Avieno o Hecateo se denominarían massienos o mastienos, y para las posteriores romanas como oretanos, coincidiendo muchos autores en que se explicaría porque formaban los dos territorios un potente conjunto minero con los grandes centros de producción de Sisapo en Almadén y de Cástulo en el distrito minero Linares – La Carolina. Los oretanos producían mercurio, plomo y plata en gran cantidad, y por ello establecieron pasos y vías de comunicación comerciales a través de los puertos de montaña (Saltus Castulonensis o vía de la plata) y de las vías fluviales del Alto Guadalquivir hacia el Campo de Montiel (Laminium) y conectando por el valle del Segura con las regiones del Levante y Sureste (Albacete y Murcia).

Por su riqueza mineral y situación estratégica es un codiciado objetivo para los invasores cartagineses, que una vez establecidos en Qart Hadasht (Cartagena) por Asdrúbal en 227 a.C., dirigen sus esfuerzos a asegurarse el dominio de las minas de plata de Sierra Morena, con las que Aníbal podrá financiar el intrépido ejército que mantuvo en jaque a Roma. Es Plinio quién recoge el dato de que la mina de Baebelo rentaba al ejército de Aníbal unas 300 libras de plata al día (unos 80 kg), lo que viene a ilustrar la importancia de nuestras minas.

Los romanos, incapaces de derrotar a Aníbal en su propio suelo itálico, trasladan el escenario de la guerra a Hispania en un intento de cortar las vías de financiación de los púnicos. Tras desembarcar en Ampurias en el 218 a.C. y fundar su base en la península, Tarraco, se dirigen al punto estratégico de los montes de la plata en Sierra Morena, que se convierten en escenario principal de las Segundas Guerras Púnicas.

Derrotados por Escipión el Africano y expulsados de Hispania, los romanos conquistarán y dominarán esta nueva provincia para su gran imperio. La actividad minera se intensifica con aplicación de ingenios mecánicos para el desagüe, y alcanzarán profundidades inimaginables en la época de hasta casi los 200 m en busca del plomo y la plata. En el lugar que hoy ocupa el Polígono Industrial Aquisgrana, en el casco urbano de La Carolina, se establece un importante asentamiento minero especializado en la fundición de la galena argentífera muy activo entre el siglo I a.C. al I d.C., del que aún desconocemos el nombre y cuyos extensos escoriales serán relavados hasta el siglo XX.

Gracias a la riqueza de la plata y el plomo, este distrito minero alcanzaría fama y renombre por todo el vasto Imperio Romano, quedando signada por primera vez en los libros de historia.